Tomado del blog Salud y Poder de Jesús García Blanca
Miro el teléfono: un aviso de entrada; el mensaje es tan breve que puedo leerlo entero sin necesidad de abrirlo: “Lluís Botinas ha muerto”.
En décimas de segundo, esas cuatro palabras me producen emociones encontradas que no alcanzo a definir. Un momento después, Maribel, que observa mi reacción, pregunta alarmada: “¿Qué pasa?”. “Lluís Botinas ha muerto”… pero no lo digo yo, estoy leyendo el mensaje. Y entonces llega un alud de recuerdos.
Lluís explicándome el montaje SIDA en el stand de COBRA, en la feria de Bio Cultura en Málaga en 1994, la primera vez que hablamos.
Lluís y yo caminando las calles de Jerez, hablando de una y mil cosas que nos unían.
Lluís y yo sentados en un pequeño restaurante de Barcelona con Kremer y Lanka, comentando las noticias sobre el Día Mundial del SIDA en 1997.
Lluís contándonos sus aventuras en África a Maribel y a mí en nuestra casa de Campamento, cuando vino a dar un curso para Desmontar el SIDA en el Campo de Gibraltar.
Lluís despidiéndose al acabar uno de nuestros encuentros y poniendo en mis manos un puñado de libros de René Guénon que cambiarían mi concepción del mundo permitiéndome asomarme al camino de lo trascendente, de lo espiritual, a través de la Tradición y la Metafísica.
Lluís descubriéndome la persecución de siglos contra el pueblo catalán, su cultura y su lengua.
Lluís riéndose a carcajadas por alguna ocurrencia que tuvimos mientras revisábamos el texto para un comunicado durante el Congreso Mundial por la Vida; esa risa sonora que le salía de tan adentro a pesar de la amarga lucha que ocupó tantos años de su vida.
Lluís mil veces al teléfono —“¡Hola, joven!”— para discutir textos suyos o míos, para hacerme propuestas o recibir las mías, para compartir interminables búsquedas o posibles respuestas, para darnos fuerzas en esta o aquella batalla que eran siempre nuestra guerra contra el Poder y nuestra ilusión por construir otra sociedad.
Lluís me hizo descubrir mi responsabilidad como investigador y activista, y cual era el terreno en el que debía cumplir con eso que desde entonces sentí como un deber moral con quienes me rodean.
Durante estos treinta años Lluís ha sido una persona importante en mi vida y hemos mantenido una relación intensa, de aprendizaje, intercambio, confianza y amistad a pesar de la lejanía.
Un día me dijo que iba a vivir ciento cincuenta años. Lo hizo con tal firmeza y naturalidad que no lo puse en duda ni por un momento.
Hagamos que así sea.
Jesús García Blanca
9 de agosto, 2024