Artículo: Cáncer y concepción de la salud y la enfermedad

Reproducimos un artículo que ha publicado la Revista Ddona Nº 30, en mayo de 2012
a Antonio Tagliati,
sobre una nueva visión del cáncer:
Cáncer y concepción de la salud y la enfermedad
Agradecemos a Eugenia Carrasco,
directora de la revista quien realizó la entrevista a Antonio.
Agradecemos comentarios y si os parece interesante, la mayor difusión posible.

 

Cáncer y concepción de la salud y la enfermedad

 

 

El concepto de enfermedad incurable únicamente existe en nuestra medicina moderna, la cual apenas tiene 300 años de experiencia sobre unas bases mecanicistas que no llegan a comprender la complejidad de la dinámica vital. Si bien alcanza a la excelencia en traumatismos y en delicadas operaciones de alta tecnología, se queda impotente delante del resto de problemas de salud, en particular ante las enfermedades crónicas y sistémicas o degenerativas.

En las medicinas tradicionales, como la Medicina Tradicional China (MTC), el Ayurveda, etc., no existe el concepto de enfermedad incurable. Las enfermedades se distinguen en fáciles o en difíciles de curar. Las fáciles son las de causa externa: traumas, envenenamientos, desnutrición, estrés,… Son fáciles de curar porque al descubrir y quitar las causas que las han producido, el cuerpo vuelve por sí solo al equilibrio. Las difíciles son las de causa interna, provocadas por pensamientos y emociones. Son difíciles de curar porque cambiar las condiciones que las originan implica a todo el ser de la persona enferma, su intención en la vida y sus deseos más profundos. Pero también en este caso la clave es comprender las causas y quitarlas.

 

A nivel biológico, el cuerpo trabaja mucho más de noche que de día. Está, pues, explicada la rápida pérdida de salud que suele ocurrir cuando el descanso es insuficiente

 

 La oncología moderna no comprende la causa de la transformación de la célula sana en tumoral. Tiene varias hipótesis que cambian con el tiempo y que parcialmente se acumulan a las anteriores. Pero los avances y descubrimientos de la propia investigación científica oficial son ignorados por la oncología oficial, ocupada en hacer enormes negocios con la situación tal como está e interesada en mantener el estatus quo.

En efecto, en los últimos 20 años la ciencia moderna ha hecho enormes avances en la comprensión del origen y evolución de la célula y de su sistema de producción de energía, alcanzando conclusiones a las que ya habían llegado por otros caminos medicinas tradicionales. Así, las células se transforman en tumorales por adaptación a un entorno de déficit energético debido a una dinámica vital alterada, que puede ser provocado tanto por la exposición a sustancias tóxicas como por impactos biológicos de origen diverso o por bloqueos emocionales que se manifiestan en rigidez muscular crónica y alteración de las fases nerviosas de contracción y relajamiento del ámbito extracelular. Además, mientras que la célula normal utiliza todas las frecuencias de la luz para producir energía, la tumoral funciona en blanco y negro, está “gris”. La ignorancia de este hecho produce a menudo la errónea interpretación de procesos celulares transitorios como tumorales, con los consecuentes falsos diagnósticos de cáncer.

La cura tiene entonces que ser enfocada a aumentar la energía disponible en la zona del tumor. El aporte de energía en la zona produce o la eliminación de las células tumorales o su transformación en células normales diferenciadas.

 

Estudios realizados en los EE.UU. y en Alemania siguiendo durante veinticinco años a enfermos de cáncer, concluyan que la supervivencia media de los no tratados con quimio o/y radioterapia es varias veces superior a la de los que reciben estos tratamientos

 

La ignorancia de esta regla produce muchas veces la incurabilidad de estas enfermedades porque:

  • el impacto emotivo de un diagnóstico grave o incluso mortal reduce las ganas de vivir y complica la vida de la persona enferma.
  • desconocer las causas hace que éstas no se puedan cambiar.
  • la aplicación de la quimioterapia, basada en que elimina las células tumorales antes que las sanas. Debido a que la célula tumoral produce 20 veces menos energía que la célula sana, es más débil y por lo tanto, vulnerable, por lo que muere antes; la quimioterapia puede tener resultados, pero no cambia las condiciones que han provocado el desequilibrio sino que además añade la gran toxicidad de las sustancias utilizadas.

El primer paso es la consideración de la gran complejidad del cuerpo humano. Un dato ilustrativo a nivel fisiológico es que está compuesto por unos cien billones (100.000.000.000.000) de células, cada una de las cuales desarrolla simultáneamente cerca de diez mil reacciones bioelectroquímicas interdependientes. Cada noche, mientras dormimos, cuando prevalecen el sistema nervioso parasimpático y las hormonas de relajamiento, se duplican un billón (1.000.000.000.000) de células que remplazan otras tantas que son recicladas por un sistema coordinado de células y órganos que se comunican a través de mensajes químicos y electromagnéticos. Las células más viejas o dañadas son reconocidas por el tipo de mensaje electromagnético que emiten. A nivel biológico, el cuerpo trabaja mucho más de noche que de día. Está, pues, explicada la rápida pérdida de salud que suele ocurrir cuando el descanso es insuficiente.

 

No existe el fármaco milagroso. Hay sustancias que pueden ser útiles, pero la capacidad del organismo para utilizarlas depende siempre de las condiciones generales de la pulsación vital.

 

Este sistema activo se dedica casi completamente al reciclaje de células propias del cuerpo viejas o dañadas, y en pequeña parte al reciclaje de microbios y otros antígenos externos que son reconocidos no por ser externos sino sencillamente por no estar en armonía con el cuerpo, al igual que ocurre con las células propias alteradas. Así, el concepto de “sistema inmunitario” oficial según el cual nos “defiende de ataques externos”, es falso y simplista, y tendría que ser corregido, si consideramos además que en el espacio entre células viven en el cuerpo 1.000 billones de microbios en simbiosis que producen antioxidantes y vitaminas (los Microorganismos Efectivos, E.M. en inglés), sin cuya acción no sería posible vivir.

Considerada esta enorme complejidad, es absolutamente imposible tratar de controlar y dirigir adecuadamente, y menos con intervenciones exteriores, el proceso vital. Sólo es posible aproximarse a su entendimiento observando con respeto y amor a la vida, favoreciendo el equilibrio espontáneo y manteniendo las condiciones más favorables.

No existe el fármaco milagroso. Hay sustancias que pueden ser útiles, pero la capacidad del organismo para utilizarlas depende siempre de las condiciones generales de la pulsación vital. Es verdad que la quimioterapia puede reducir el tumor por el hecho que las células tumorales producen 20 veces menos energía y mueren antes de las diferenciadas. Pero esto es un falso resultado derivado de la miopía con la que se observa.

De hecho, no se está cambiando la condición metabólica que ha generado el bloqueo energético porque se le ignora, y no se toman en consideración los efectos tóxicos de la quimioterapia, que bajan ulteriormente aún más la energía disponible, creando las bases para una “recaída”.

Es el error de valoración lo que hace “incurable” el tumor, y no el tumor en sí mismo. Es obvio que si no se modifican las condiciones que determinan un fenómeno, éste continúa produciéndose. Y si además se empeoran dichas condiciones mediante, por un lado, las consecuencias psicológicas y emotivas de una condena a muerte, y, por otro, utilizando tratamientos tóxicos, el “remedio” resulta más dañino que la enfermedad.

Es entonces lógico que sendos estudios realizados en los EE.UU. y en Alemania siguiendo durante veinticinco años a enfermos de cáncer, concluyan que la supervivencia media de los no tratados con quimio o/y radioterapia es varias veces superior a la de los que reciben estos tratamientos.

 

Antonio Tagliati

Estudioso de la ciencia

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