Facebook: Privatizando las relaciones sociales

Mayo de 2012

Últimamente se han sucedido noticias sobre la salida a bolsa de la red social Facebook. El valor estimado de la compañía fundada por Mark Zuckerberg ascendía a 80.000 millones de euros. En los medios, se destaca la fortuna obtenida sin arte ni parte por el líder de U2 Bono, propietario de acciones de Facebook. Todas las informaciones describen una configuración empresarial cuyos elementos especulativos se entremezclan con nuevas formas de negocio. Fluctuaciones en el precio de las acciones, constatación de su dependencia de la publicidad para generar rentabilidad o nuevos modelos de ingreso, por el que el usuario paga para que sus comentarios se hallen mejor posicionados y durante más tiempo.

La pregunta que subyace es simple: ¿qué vende Facebook para que Zuckerberg figure en la lista de los más ricos del mundo? La respuesta es sencilla: su producto son las relaciones sociales; sus especulaciones y vaivenes futuros en bolsa tienen como fundamento toda la maraña de socialidades de los usuarios. En definitiva, su mercancía es la vida de los usuarios, mediada por su plataforma, gestionada por sus algoritmos y convertida, inexorablemente en moneda de cambio.

¿Empoderamiento?

900 millones de personas, algunos con más dependencia que otros, se sirven de esta plataforma para intercambiar chismorreos, colgar fotos más o menos íntimas, gestionar su vida social e incluso para organizar movimientos sociales como las asambleas del 15M. Se trata de la mediación perfecta, invisible, subrepticia ya que Facebook en principio… (la censura es cada vez más incipiente) interfiere en los contenidos que aloja en sus servidores. No obstante, con la actividad a través de su plataforma se muestra de forma palmaria la lógica empresarial de las grandes corporaciones. Mientras una elite plutócrata se lucra conforme es más utilizada su red social, los usuarios adquieren la impresión de libertad, de estar permanentemente conectados. Se trata de la ilusión de un término que recientemente se ha erigido en mantra de los nuevos tecnólogos de “izquierda”: el empoderamiento a través de las redes. Un mito. Como ejemplo más evidente, ¿donde está la revolución facebook de Egipto? ¿Dónde están los lideres Google de la plaza Tahrir? Deglutidos y eliminados de la cruda realidad organizacional, por un lado del Ejército y por otro de los Hermanos Musulmanes. La suma de individuos por internet, la muchedumbre aislada, resentida y desafecta políticamente, cosa legítima (que en ocasiones se concentra en grandes actos) no sólo no hace una minoría social o masa crítica, si no que y en este caso es evidente, hace “suma cero” políticamente. Michel Wieviorka hace tiempo señala y cuestiona esa estrategia…que hace el juego a la derecha.

Continuamente se enfatiza la oportunidad de atesorar un poder, en cierto modo difuso, a quienes formen parte de las redes sociales, a quienes utilicen de modo activo y participen en la creatividad de la inteligencia colectiva que pretende ser la Web Social. No obstante, más allá de los discursos panegíricos y altisonantes que celebran cualquier innovación tecnológica, como revolucionaria, la realidad de los hechos desmiente la idea de una utopía social en curso. Todo lo contrario, la atomización es cada día mayor, la dispersión una realidad, la multiplicación por miles de nuevos sujetos sociales que compiten entre sí, un hecho, etc. etc. etc. En cierto modo, impide incluso que toda esta serie de nuevos sujetos sociales se adhiera o vincule a la izquierda anticapitalista o anarquista, pues se le ha inoculado un virus demagógicamente demoledor: la organización está superada…y es de por sí burocrática (¡!). Algo que resulta un auténtico torpedo en la línea de flotación de toda la izquierda, sea cual sea su matriz ideológica. Por tanto, un bálsamo para la derecha…

Más aún, es paradójico que en la era en que casi todo el mundo está (o debiera estar…, según los gurús de la izquierda, que no de la derecha, curioso…) y, en especial, los jóvenes, suscrito a varias redes sociales (Facebook, Twitter, Tuenti, LinkedIn), el déficit democrático se ha profundizado y se sigue profundizando. La dictadura de los mercados, de la Troika (FMI, BM y UE), la relación de vasallaje de los poderes políticos que representan antes al poder financiero que a sus votantes, encuentra como paliativo la sensación de participar en un espacio público (que no lo es, pues es privado y virtual) a través de tales plataformas. Y estas redes sociales están sujetas, a su vez, a los criterios de rentabilidad económica y a la lógica del capital. Y el capital tiene hoy a estas grandes corporaciones como aliadas. ¿Alguien puede pensar en su sano juicio que se pueden utilizar las redes “sociales” contra el capital?

Sin duda, por otro lado, es una engañifa hacernos creer que somos libres por el mero hecho de poder comunicarnos ilimitadamente a través de dispositivos insertos en la economía capitalista, tales como los smartphones y las plataformas de mediación virtual.

Y por cierto ese ilimitadamente, roba cada vez más tiempo para la participación real y efectiva, presencial, allí donde emergen las contradicciones, de forma visible, de los que dicen ser demócratas pues lo han de demostrar “in situ”, y que en ocasiones favorecen y estimulan la participación en redes 2.0 para alejar físicamente a las personas más críticas y participativas, pues en realidad tienen miedo a la democracia participativa. Por ejemplo, en España, ¿acaso la campaña virtual estatal y centralizada “Democracia 4.0” puede ser más efectiva que organizar campañas locales y reales permanentes por la democratización de los ayuntamientos, para que se hagan presupuestos participativos, consejos de barrio, listas abiertas, etc.? Es evidente que alguien quiere desviar la atención, para que la población se meta “en su pantalla” particular y participe desde su habitación en política. Estafa 4.0, eso es lo que es esta campaña que no acaba de cuajar, pues incluso sin crítica política la gente es remisa a trabajar por ella. Por cierto, quienes saben de ella, pues otro dato importante, cuanto más vive y se comunica la gente a través de la Red, más virtual se vuelve su realidad, y más autista se vuelve con respecto a la realidad real. Es por eso, que casi nadie que no siga de cerca o muy de cerca la Red, sabe nada sobre esta campaña

El verdadero empoderamiento, el que no deriva de una traducción del anglicismo vacío, reside en ser capaces de darnos nosotros mismos nuestro propio destino, con nuestros iguales, en órganos democráticos, rotativos, representativos y con liderazgos visibles (por limitados y rotativos que sean). Ojo con los líderes de facto, que controlan webs, blogs, google-groups, etc y dicen que no ha de haber líderes…Claro…Ojo también con ciertos gurús y patums, que se prestan constantemente a salir en la foto, que también apuestan para que no haya líderes…Claro…

Antes de considerar las desigualdades pertenecientes a la brecha digital, entre quienes acceden y utilizan las nuevas tecnologías y quienes no, habría que formular la pregunta sobre qué poder se arroga el ciudadano en la determinación de sus condiciones de vida y en que marco de desigualdades sociales y educativas se produce: ¿acaso va a desaparecer por arte de magia la brecha social, económica y educativa, por el hecho de estar conectados a internet? Santa inocencia y grave error. Nimileuristas, pero conectados…

Más grotesco todavía e impresentable resulta, que a los colectivos en riesgo de exclusión social, analfabetos funcionales, personas en paro, pobres y/o sin estudios (sean adolescentes o de 3ª edad), se les ofrezcan cursos o talleres de alfabetización digital, en lugar de formación managerial de base, habilidades sociales, etc. Un insulto a la inteligencia, que ninguna izquierda, ni la vieja, ni por lo visto la nueva, se atreve a cuestionar.

Acumular cien o mil amigos en Facebook es irrelevante a la hora de adquirir la capacidad y ejercer de facto el poder sobre nuestras propias vidas. Por paradójico que sea, conforme nos convertimos en proletarios digitales, los propietarios de los medios de producción simbólica, en este caso, transforman en ganancia privada el tiempo de conexión pública a sus redes. ¿Por qué seguir hablando de Web Social cuando debería llamarse Web corporativa o privada o comercial o virtual?

 

La deriva privatizadora

El contexto de la actualidad se halla marcado por la tendencia neoliberal a desmantelar los avances sociales, en algún caso ese desmantelamiento es acoso y derribo del estado de bienestar. ¿Acaso el avance o innovación tecnológico va a compensar ese desmantelamiento? Otro error de la izquierda y muchos movimientos sociales.

La educación, la sanidad, etc: los sectores clave de nuestra sociedad, que no son objeto de negociación alguna, se van desmantelando progresivamente. En su lugar, lo privado se hipermagnifica y se ofrece como única alternativa a lo público defenestrado: se generan así espacios de privacidad (de exclusión) a quienes no dispongan del poder adquisitivo suficiente. Dentro del tsunami privatizador, que castra lo público demonizado y estigmatizado como un mal a erradicar, la gestión de las relaciones sociales es otro de los aspectos de la vida que ha de pasar, necesariamente, por los circuitos de generación de valor monetario. Feisbuk es, quizás, el emblema de esta corriente de mercantilización de territorios de la vida antaño alejados de la mediación del mercado. Pongamos por caso las redes profesionales como LinkaEn, también un valor bursátil. O, por ejemplo, la gestión y administración mercantil de los afectos y sentimientos en Mitik o incluso la organización de las infidelidades y el sexo libre en muchas otras webs

 

Perfiles y sombras

Se trata de la desposesión de nuestros rastros en la Red. De la usurpación de nuestros recorridos virtuales, que son monitorizados y recensados por las plataformas a las que hemos cedido, voluntariamente, el poder de acceder a nuestras vidas digitales. El tráfico es hoy en día de datos de usuarios para generar perfiles de públicos objetivos para anunciantes. Así funciona, por ejemplo, el modelo de negocio de Guguel. Ocurre como en el cuento de Hans Christian Andersen titulado “La sombra”. Nuestra sombra digital, los datos que detentan estas empresas sobre nuestro comportamiento en red acaba por subyugarnos, de modo que las personas se convierten en siervas de su propia sombra. Esclavos de nuestros perfiles en Red. Considérese la incipiente industria de la vigilancia en Internet, que ha puesto al descubierto Wikileaks a través de sus Spyfiles. Curioso que la única red que ejerce la libertad en internet sea motivo de persecución política. Lo que demuestra que eres libre de participar en la red si no cuestionas el Sistema…

 

Comunicación como bien público

En realidad, la cuestión capital se articula en torno a la comprensión de los espacios comunicativos como servicios públicos o como entornos privatizados. Las redes sociales en particular y el espacio digital en general (desde Internet y su infraestructura física hasta la industria del software y hardware) habrían de concebirse desde la óptica de un derecho humano. Por lo tanto, en lugar de servir a intereses pecuniarios, de devenir tecnologías de control para la trazabilidad de los ciudadanos con fines comerciales y políticos, habrían de ser patrimonio de la ciudadanía.

Como herramientas de mediación, se trata de un sector estratégico a la hora de conformar una ciudadanía menos contestataria e insurgente ante las catástrofes que hoy en día expolian los servicios públicos. En su lugar, las redes sociales parecen servir más como arma de distracción masiva, como máquina para el consenso y la conformidad de los ciudadanos, de forma individual, entretenidos en intercambios y en mera charlatanería (incluso “solidaria”, atención…) mientras otros ganan dinero con ello y profundizan así las desigualdades sociales.

Lógicamente ante eso se produce una reacción, la necesidad de la asamblea, de “estar juntos”, pero esa muleta es de difícil gestión, si no se produce en un marco organizacional y representativo. Se evidencia una y otra vez, que las asambleas en un marco de desahogo público ante la privacidad de las redes, sólo sirve como válvula de escape de emociones contenidas no objetivadas, políticamente o estratégicamente. Otra cosa son las asambleas como instrumento y expresión de formas de organización determinadas, como instrumento histórico de lucha,   participación o decisión, pero no como fruto de la necesidad de estar juntos, al estar todo el día conectados y aislados.

En fin,  el bien público de la comunicación digital no debe permanecer en manos de corporaciones globales, de entidades financieras. De lo contrario nos asimilamos a los espectadores alienados de televisión, que un directivo de TF1 definió como “tiempo de cerebro disponible para ser vendido a sus anunciantes”.

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