El pepino asesino- por Teresa Morera

 

EL PEPINO ASESINO

Una vez más los medios golpean. Ahora casi desmienten lo que antes casi dicen, como siempre, sin afirmar pero dando a entender: el pepino lleva un microbio que mata. Con eso se va a quedar el público y cundirá el pánico: misión cumplida. Los engranajes de la propaganda han funcionado a la perfección. Y digo propaganda refiriéndome sin pudor a la técnica de control social creada por Goebbels durante el nazismo, basada en los 11 principios que siguen a continuación:

1-Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.

2-Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.

3-Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. «Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan».

4-Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

5-Principio de la vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.

6-Principio de orquestación. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: «Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad».

7-Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

8-Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.

9-Principio de la silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.

10-Principio de la transfusión. Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.

11-Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente de que piensa «como todo el mundo», creando una falsa impresión de unanimidad.

Encuentro interesante darles un repasillo ante cualquier noticia y ver cuales de ellos se están aplicando. De hecho suelen ser todos, aunque unos más que otros. En este caso me parece que el 4 y, sobretodo el 7 son los que más. Pero animo a cada cual a sacar sus conclusiones.

El 7 es el más socorrido: se trata de distraer ; de que no se hable mucho tiempo de la misma cosa. Que no se hable más de los indignados, ni de Fukushima, ni del mundo árabe, ni de…no sé, porque con eso del pepino me he quedado bien distraída. Nada distrae tanto como una epidemia o un atentado con bomba, o sea, un “pepino”, en términos vulgares.

Ya me imagino a los propagandistas de turno reunidos hablando algo así como:

    • ¿ Qué les ponemos, una epidemia o un “pepino”?
    • Pues…las dos cosas a la vez: la epidemia del pepino!
  • Bravo! Eres un genio!

Y ya lo tenemos! En cuanto a los hechos, pues nada nuevo bajo el sol: En esta sociedad enferma cada día mueren muchas personas de diarreas y otros trastornos, debidos probablemente a efectos secundarios de medicamentos, que son la cuarta causa de muerte, o a otras intoxicaciones sin inventariar. De manera que de muertos nunca faltan.

De microbios, pues tampoco, porque resulta además que todos tenemos, y menos mal!, E.coli en nuestro organismo, así como otros miles de bacterias con las que vivimos en simbiosis. Cierto es que cuando nuestro intestino se desequilibra su flora se altera y E.coli gana protagonismo. O sea: en nuestro intestino debemos tener muchos lactobacilos y pocos E.coli y cuando andamos mal eso se invierte. El desequilibrio bacteriano es la consecuencia y no la causa de la enfermedad, y no al revés, por sorprendente que parezca.

Sorprendente porque se nos ha repetido hasta la saciedad (principio nº6) que los microbios son la causa de las enfermedades (principio nº 1, o sea: el enemigo externo). Pero no es así: La vigente teoría microbiana resulta ser falsa. Hasta el propio Pasteur terminó reconociendo que “El terreno lo es todo; el microbio no es nada”. Pero ya era tarde y a los mandatarios militares les iba mejor pensar en el microbio atacante. Y así siguen, y nos imponen la “salud” a golpe de vacunas y antibióticos igual que le imponen la “democracia” a bombazo limpio al mundo entero.

Piensen señores, piensen! Háganse preguntas. Yo me hago la siguiente¿ A quien puede interesar tanta calumnia? ¿Para qué?

Propongo la siguiente respuesta: Le interesa al enorme y obsoleto sistema sanitario que debe justificar su propia existencia defendiéndonos de microbios atacantes y desviando nuestra atención de las verdaderas causas de enfermedad que son la mala vida que llevamos, la contaminación y, en muchos casos, los propios tratamientos médicos. Interesa que no comamos verduras crudas, que son de gran beneficio para la salud .Me consta que los productos ecológicos están muy mal vistos por ciertos sectores relacionados con la sanidad. Afirman que van cargados de microbios, y eso no puede ser!..Conviene, pues, que nos pasemos a la comida-basura en la que ningún microbio pueda vivir. Al poder no le gusta la vitalidad.

Contra el microbio vamos contra todo y contra todos. Si no es el pepino será otro alimento, o la mano que ya no podremos estrechar por miedo. Frente a la epidemia vamos a temer, desconfiar, destruir, usar y tirar. Vamos a languidecer, enloquecer y enfermar de puro miedo, que es lo peor para la salud. El miedo gusta al poder.

Temo, pues, que tras el pepino asesino la maquinaria propagandística vaya generando otras alarmas parecidas. Propongo que nos armemos de sentido común que, siendo el menos común de los sentidos, es el único que nos va a proteger de tales despropósitos.

 

Teresa Morera – 02/06/2011